Lo que se prometía una noche de partidas, en plural, por un error, terminó siendo una tarde-madrugada de una única partida; lo explico:

El embrión de la quedada es el habitual, se propone sesión nocturna. Ahora bien, Juan Carlos nos anima a ir desde por la tarde a su campito, y quienes estamos dispuestos, accedemos. La intención es jugar al menos dos juegos, por que la hora era propicia; estábamos allí a las ocho de la tarde. La idea es una partida, paramos a cenar, y luego la segunda. Y como ese era el plan, empezamos a ejecutarlo. Para la misión estábamos Juan Carlos, Adrián, Mikel y Raul L.

Y el primer juego elegido, a petición del más jóven es Brass. La edición de la que disponemos es la ‘nueva’ de 2018, es un mal menor. Hay una explicación en la que nos ahorramos el canal virtual que lleva a Liverpool desde el sur. Pero… comoto un grave error a la hora de decir que en la era de los canales, cuando se acaba el mazo, ya no se pueden pedir créditos. Es un error muy importante porque afecta muy lexivamente al desarrollo del juego. Mikel y Juan Carlos reconocen que la cabeza les ha explotado, no solo por la falta de liquided, también por lo complicado que es extender la ‘red propia’ y la diferencia entre ese término y las ‘conexiones’ para el carbón.

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Esto provoca que al llegar al final de la era de los canales, nos planteemos dos cosas de gran calado. La primera es, ¿qué hacemos con la partida? Y la segunda es, ¿qué hacemos con la cena?

Para la segunda llamamos a la bocatería El Nilo que nos informa que hace reparto a San Marcos, y que para la próxima vez, no hace falta que nos acerquemos a la carretera, que el repartidor se conoce todos los chalés.

Para la segunda, hacemos el recuento de puntos y la limpieza, aunque solo sea para explicar esa fase. Y ahora nos encontramos con dos opciones: empezar otra partida desde cero, o empezar otro juego. La opción de continuar no es válida para nadie.

Y eso hacemos. Volvemos a colocar las losetas de industria por orden, preparamos el dinero y los suinistros de carbón y acero, y colocamos el mazo. Y de nuevo a levantar nuestro imperio industrial, esta vez prestando más atención a la ‘red propia’, por lo vital que puede ser el tener hacia dónde expandirte.

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En esta segunda ocasión la partida discurrió más fluida, con la única interrupción del repartidor de la cena (y el momento que aporvechamos para comer); hubo un par de turnos de ‘lagueo’ por contar lo que otros han gastado para buscar ir posicionado en el orden del turno, para el turno siguiente. Y por supuesto, una adecuada gestión de los ingresos y los préstamos que se pedían.

La próxima vez que escriba sobre este juego, lo haré refiriéndome a cómo, en el 2008, en Churriana, y gracias a Biblio, descubrimos este juegazo.